Concept Cars, cuando los automóviles querían volar.

Desde la creación misma del automóvil han existido los Concept Cars, esos prototipos que los fabricantes utilizan para exhibir sus nuevas ideas en cuanto a diseño o para probar sus avances tecnológicos; por lo general poseen diseños extravagantes, adelantados a su época.

Pero en este apasionante escenario hubo en una época dorada, un periodo de tiempo en el que las principales firmas estadounidenses echaron a volar su imaginación, literalmente hablando, porque la mayoría de los conceptuales presentados en ese periodo lucían como aeronaves, como aviones terrestres provistos de alerones e incluso de cabinas tipo “burbuja”.

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El punto culmine de esta tendencia, que se apoderó de la década del 50, fue la muestra Motorama, un evento impulsado por General Motors y que se celebró ininterrumpidamente desde 1949 hasta 1961, en Nueva York. Era una cita obligada no sólo para los amantes de los automóviles, sino que para todos los que se fascinaban con las innovaciones del futuro.

Motorama se convirtió en un pedestal para que los más jóvenes y osados diseñadores de la época mostraran su trabajo, creaciones que no escondían la atracción que provocaba el desarrollo de la ciencia aeronáutica, de la aerodinámica y la incipiente carrera espacial. Los automóviles del futuro surcarían el cielo, al menos eso parecía, aunque la mayoría de las veces se trataba sólo de efectos visuales para cautivar al público.

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La avivada mente del diseñador Harley Earl produjo los más célebres prototipos de General Motors, desde el Buick XP-8 LeSabre hasta la saga GM’s Firebird, auténticos transgresores en materia de diseño. Pero claro, no siempre lo visualmente atrevido resultaba funcional, porque el habitáculo del Firebird estaba cubierto de plexiglass, un material acrílico traslúcido que lo transformaba en un verdadero sauna.

Pese a todo, los prototipos cincuenteros se veían extraordinarios, incluso en la actualidad. Hoy no entendemos la presencia de alas y turbinas en un vehículo terrestre, para uso normal, porque imagínense si esos automóviles alados hubiesen sido capaces de moverse por los cielos… la cantidad de muertos en accidentes por falta de pericia se contaría por millares.

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En la última edición de Motorama los ejemplares expuestos ya no eran tan radicales en materia de diseño, sino que más bien aceptaron la idea de que sus neumáticos jamás se despegarían del asfalto. En 1961 la lúdica muestra cerró sus puertas, cediéndole el protagonismo al Salón de Nueva York.

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Una variada gama de Concept Cars, del catálogo de Harley Earl, se puede ver en el Museo de General Motors (Estados Unidos). Fue una gran época, llena de sueños e incluso de logros aerodinámicos y mecánicos, aunque muchos de esos avances jamás se utilizaron en la industria del automóvil; al final de cuentas y como bien recita el refrán… “nadie sabe para quien trabaja”.