Subaru Impreza, las ventajas de un balance perfecto

En su momento informamos del arribo a Chile de la quinta generación del Impreza, pero ya era tiempo de someter al citado producto a un análisis más exhaustivo. La siguiente prueba la realizamos a la versión hatchback impulsada con un motor bóxer de 2 litros (156 CV), el que a su vez está coligado a una transmisión continua variable; este conjunto suma siete marchas cuando se utiliza en modo manual.

En el ámbito comercial, Subaru sigue demostrando que conoce la fórmula para conquistar nuevos clientes y mantener cautivos a los que ya tiene. Es una marca con altísima fidelidad, algo para nada común en el mercado chileno.

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El Impreza es un producto tradicional, un nombre que hace temblar a sus rivales valiéndose de una serie de atributos técnicos, dinámicos y estéticos que lo han elevado a un nivel superior. Y acerca de lo mismo, su más feroz antagonista, en idéntico formato, es el Mazda 3 Sport; el Chevrolet Cruze HB también califica, aunque por tamaño apunta a otro tipo de comprador.

Frontal agudo

El diseño exterior mantiene muchos de los atributos que convirtieron a este ejemplar en uno de los más buscados del segmento C, refiriéndome puntualmente a esos elegantes trazos dinámicos que se dejan ver en los flancos y en la superficie del capó. En esta quinta serie el frontal es mucho más agudo, algo que se nota a simple vista, siendo esos vistosos faros los elementos que más destacan; pero me da la impresión que la mascarilla no recibió ajustes, al menos no de esos que merecen ser comentados.

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En cuanto a tamaño estamos frente a una plataforma de 4.460 mm de longitud y cuya distancia entre ejes se enmarca en los 2.670 mm; comparándolo con el Mazda 3 Sport el largo es idéntico, pero la batalla es 30 mm menor. Ahora bien, el ejemplar de Mazda posee un maletero de 314 litros, es decir 31 litros menos que en este Subaru.

En la cabina destaca la presencia de una pantalla táctil de ocho pulgadas, la que de un modo invasivo se apodera de buena parte de la consola. En el plafón del tablero hay otro monitor, más pequeño y con una gráfica menos avanzada, cuya presencia me parece redundante; la información contenida ahí se podría haber trasladado a la pantalla principal.

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No tengo duda que el ambiente del habitáculo mejoró, eso lo noté desde el primer momento. Pero me parece que los polímeros no están a la altura de la evolución, ya que su tacto no es de los mejores y tampoco contribuyen a insonorizar el ambiente. Lo bueno es que no se falló en las terminaciones, las que son incuestionables.

Las butacas delanteras son de lo mejor, en lo que a confort y sujeción respecta, al tiempo que la banca trasera no se queda atrás en cuanto a comodidad para los viajeros; el respaldo permite acceso al maletero mediante su respaldo abatible (60/40). El espacio no es un problema en esta cabina, cualidad en la que influyen directamente la amplia distancia entre ejes y el ancho total de la carrocería (1.775 mm).

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El motor preciso

Mecánicamente el renovado Impreza cumple las expectativas de este segmento, y de un modo razonable puesto que en esta categoría no es necesario desbordar potencia para captar compradores; para eso existen los “hot-hatch” o esas variantes con pomposos apellidos. En este grupo lo que importa es el equipamiento, y en torno a eso la versión Limited se encuentra muy bien ubicada.

Impulsado con un motor bóxer de 2 litros, capaz de producir 156 CV a 6.000 rpm y un torque de 196 Nm desde las 4.000 vueltas, este notable automóvil hace de las suyas en las vías urbanas y se impone en la carretera. La gran novedad de esta quinta generación es que la única caja de cambios disponible es una Lineartronic CVT, la que al ser utilizada en modo manual considera siete velocidades. Por supuesto que la tracción es integral permanente, recurso técnico que Subaru ha convertido en su sello característico.

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Al motor no le falta empuje, eso bien pude comprobarlo durante esa semana en la que tuve acceso a esta unidad. Si bien en autopistas es donde se siente más a gusto, en la lentitud de la urbe no actúa como un desadaptado; me gustó la calibración de este bloque, porque se halló un perfecto balance entre la agilidad y el sosiego.

La transmisión me dejó gratamente sorprendido. Por lo general las cajas CVT son de lento reaccionar, emiten más ruido de lo que actúan y le restan sabor al manejo. Nada de eso sucede en el Impreza, puesto que el conjunto es absolutamente vivaz, presteza que se traduce en una experiencia de manejo del más alto nivel.

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El tacto de la dirección no me terminó de convencer, porque la excesiva asistencia no permite leer el camino con la punta de los dedos. Claro que en la ciudad este asunto pasa desapercibido, pero en un camino revirado echaremos de menos algo más de firmeza en el timón. Otro punto que me parece mejorable es lo seca que es la suspensión, puesta a punto ideal para asfalto impecable, pero que no se disfruta en el rigor de los adoquines o al toparse con un “evento” en las vías citadinas.

Los frenos funcionan muy bien, y una serie de ayudas electrónicas me hicieron sentir mucho más tranquilo en esos instantes en los que el entusiasmo se apoderó de mi pie derecho. Sometido a exigencias mayores se nota la diferencia entre un automóvil cuyo peso está repartido desigualmente sobre la plataforma, de uno que ostenta una distribución de 50 por ciento en cada uno de los ejes…el Impreza posee un balance perfecto.

 

Precio: $16.690.000

Motor: 2.0L 156 CV / 196 Nm

Transmisión: Automática CVT / 7 vel.

Tracción: Integral

0-100 km/h: 10,1 seg.

Vel. Máxima: 195 km/h

Rend. Mixto: 10,5 km/l

Largo: 4.460 mm

Ancho: 1.775 mm

Alto: 1.480 mm

Entre ejes: 2.670 mm

Maletero: 345 lts.