Chevrolet Cruze Turbo: reformado desde sus cimientos

Para entender lo que significa la metamorfosis experimentada por el Cruze, antes tenemos que dar un vistazo al desarrollo de la industria automotriz mexicana. Dicha nación se ha convertido en una potencia en lo que ha producción de automóviles se refiere, con gigantescas fábricas de las que diariamente egresan productos destinados a casi todos los mercados del mundo; Estados Unidos y Chile son dos de esos destinos.

El Cruze es uno de los más claros ejemplos del “buen hacer”, de lo bien que están trabajando en la parte norte de nuestro continente, y lo realizado en la factoría de General Motors está siendo imitado por nombres como Ford, Mazda y Volkswagen; y está claro que otros actores se sumarán a esta tendencia.

El Chevrolet Cruze, modelo del que se han vendido más de 3,5 millones de unidades a nivel global, se presenta en una segunda generación que nada tiene que ver con la sencilla propuesta de la primera serie. A partir de ahora, este sedán del segmento D exhibe importantes avances en los ítems de diseño, tecnología y equipamiento; de hecho en la marca se refieren a él como “la más conveniente relación precio/producto del mercado chileno”.

Con identidad de marca   

Por fuera luce un estilo elegante, con una aerodinámica muy marcada y dimensiones considerables. De esquina a esquina mide 4.665 mm, mientras que el ancho llega a 1.807 mm y se encumbra hasta los 1.484 mm de alto; con respecto a la unidad surcoreana la longitud ganó 68 mm. La distancia entre ejes llega a los 2.700 mm, es decir 15 mm más que su antecesor.

El frontal se ajusta a los dictámenes estéticos de la firma estadounidense, imagen corporativa que también podemos ver en ejemplares tales como Malibu e Impala, los que por desgracia no forman parten del line up local. Llama la atención el acentuado esculpido del parachoques y, por supuesto, la enorme carcasa de los faros.

En la vista lateral se percibe la presencia de un techo encorvado, efecto que perjudica el espacio en las plazas traseras. Una llantas de 17 pulgadas llenan los pasos de ruedas, y la zaga se muestra algo simplona, como si todas las ideas de los diseñadores se hubiesen agotado en la zona frontal.

Fuerte presencia tecnológica

Quienes gustan de los artilugios electrónicos se sentirán muy a gusto en la cabina del Cruze. Tanto así que no les molestará el hecho de que el volante luce como un control remoto de un televisor, debido a la gran cantidad de pulsadores que posee; nada menos que 13 botones. Lo bueno es que estos pulsadores están guarecidos debajo de una cubierta de goma, lo que impide apretarlos por error cuando, por ejemplo, estamos maniobrando en una esquina.

La presencia de tantos mandos en el volante permite liberar espacio en la consola central, algo que se agradece, por lo que este rincón del tablero exhibe mucha simpleza. La pantalla táctil de ocho pulgadas, que incluye GPS y todas las funciones del sistema de infotenimiento MyLink, no se presenta como un elemento distractor porque es muy fácil de usar, merced a unos íconos que parecen creados por educadores de párvulos; basta mirar para entender de qué se trata.

La volumetría es muy buena en el área destinada a piloto y copiloto, y atrás la ya mencionada caída del techo resta espacio para la cabeza y el acentuado lomo central de piso impide que el tercer ocupante de la banqueta pueda acomodar los pies correctamente.

La ganancia de calidad, en los acabados y sobre todo en los materiales, se nota desde el primer momento. A diferencia de la versión asiática, el Cruze mexicano cuenta con mejores herramientas para enfrentar a sus rivales, entre los que se cuenta al Hyundai Elantra, Mazda 3, Honda Civic y Toyota Corolla.

Buen manejo y suspensión aplomada  

Está equipado con un motor de la familia Ecotec, el que con apenas 1.400 cc de desplazamiento es capaz de producir 150 CV a 5.600 rpm y un torque máximo de 245 Nm; para alcanzar estos erogues el impulsor posee alimentación forzada (turbo). La transmisión es automática de seis velocidades, sistema que ofrece la posibilidad de operarse como una caja manual (secuencial).

El citado motor se siente con la dosis de potencia necesaria como para mover este sedán de 1.788 kilos, aunque para obtener lo mejor de este impulsor tengamos que llevarlo hasta la zona alta del cuentarrevoluciones; por debajo de las 3.500 rpm la capacidad de respuesta no es brillante. Una vez superado ese régimen la historia cambia, y fue en ese instante cuando noté lo ágil que se siente en las aceleraciones; el 0 a 100 km/h lo cumple en 10 segundos clavados, tiempo que para ser sincero no estaba dentro de mis expectativas.

La transmisión duda demasiado antes de trepar hasta el tercer cambio, situación que no afecta el desempeño en su conjunto pero que me hizo pensar acerca de la armonía existente entre motor y caja; es una dupla que congenia bien, pero no en todas las situaciones. En el modo secuencial las reacciones mejoran considerablemente, por lo que les aconsejo recurrir a esta opción en un camino zigzagueante.

La suspensión está muy bien calibrada, con un buen compromiso entre dureza y suavidad. Otro factor que influye en el buen manejo es que la plataforma recibió un tratamiento que elevó su rigidez en un 27%, mejora que agradecí hasta el cansancio luego de sortear un camino atestado de curvas; sentí como si los neumáticos rodaran sobre rieles.

Como conclusión diré que el nuevo Cruze no sólo ganó presencia, sino que sumó dos importantes aderezos a la receta: estabilidad y maniobrabilidad. En lo negativo noté que los frenos se ven afectados por el calor, por lo que es recomendable no castigarlos en exceso, y que los sensores de retroceso hacen demasiada alharaca en situaciones que no lo ameritan; la molestia llegó a tal grado que opté por desactivarlos.